Al otro lado del túnel (artículo de opinión de Esther Vidal en Última Hora)

 

Si hace solo un año alguien nos hubiera dicho que íbamos a estar diez meses prácticamente cerrados, zarandeados por la pandemia y por las medidas para tratar de controlarla, hubiéramos respondido como quien responde a un chiste malo, con absoluto pasotismo y desdén. Ahora la realidad es la que es. Nuestras islas, en determinados momentos del día nos arrojan imágenes de películas de terror, de calles vacías, de bares y restaurantes sin gente en el interior y tampoco en el exterior según días y horas, semáforos luminosos para nadie, como las farolas. Hay tristeza, soledad, miedo al contagio, pavor al colapso sanitario y pánico al futuro económico. 


La crisis sanitaria, y con ella la económica, se dispara con los movimientos y viajes de las personas, que al fin y al cabo es en lo que Baleares está especializada: el turismo. Nos ha dado en la línea de flotación. A las empresas, empresarios y trabajadores, y a las familias nos está dejando también sin oxígeno y necesitados de respiración asistida. Muchas están cerrando, empobreciendo nuestro tejido económico e incrementando el desempleo hasta niveles vertiginosos, solo corregidos por los salvavidas temporales de los ERTE, hasta que se desinflen. 


Esto, que es tan obvio como evidente, parece que no lo es tanto para nuestros legisladores, que amenazan con nuevos aumentos de impuestos en clara contradicción con las políticas expansivas que la mayoría de los países desarrollados están practicando: enfriamiento de cargas impositivas y aumento del gasto público en las ayudas a empresas y trabajadores. Pero además, necesitamos seguridad jurídica para seguir aquilatando nuestra actividad al mercado, previendo las inversiones necesarias para el momento adecuado.  Y esto tampoco está sucediendo. A modo de ejemplo, no se entiende que los ERTE se hayan ido prorrogando como lo ha hecho el Gobierno cuando hasta el último de la clase sabía que debían continuar a riesgo de crear una catástrofe mayor de efectos monumentales en el tejido empresarial. O sea, eran plazos erróneos. Como ahora el del 31 de enero. 


Un temor similar existe con los plazos para los proyectos del Plan Europeo de Recuperación: el miedo a no llegar o a llegar tarde y mal, con proyectos para la galería pero poco efectivos a la hora de impulsar el saneamiento del tejido económico y la absorción del desempleo y el talento profesional. De ahí que las empresas familiares reclamemos participar en la creación y ordenación de esos proyectos. Es el momento de la empresa familiar. Dejar fuera al sector privado sería un tremendo error que podríamos pagar, a la larga, toda la sociedad.


Hace poco, las empresas familiares celebramos nuestro congreso nacional bajo el eslogan “La fuerza de la recuperación”, debido a que nuestras compañías conforman la gran mayoría del tejido empresarial y son las mayores aportadoras del PIB y del empleo del sector privado, liderazgo que a su vez conlleva una enorme responsabilidad que como siempre estamos dispuestos a afrontar.  Por tanto somos conscientes de que el futuro de la sociedad pasa por un crecimiento de nuestras compañías basado en políticas de sostenibilidad para asegurar la continuidad, de manera competitiva, de nuestras marcas familiares.


La empresa familiar lleva implícita en su propia definición la obligación de crear prosperidad económica y valor social. Tenemos un compromiso natural con el progreso. Nos va en el apellido y en nuestra filosofía de concebir la evolución socioeconómica. Estamos orgullosos de contribuir a superar este nefasto año y a difundir el nacimiento de una nueva realidad al otro lado del túnel.

Felices fiestas.